Estimula la curiosidad y la creatividad, al tener que ir tomando pequeñas decisiones y descubrir nuevas oportunidades.
Resulta placentero al probar, explorar, equivocarse, rectificar…
Genera autoconfianza mejorando la autoestima, ya que les ayuda a crear una imagen positiva de ellos mismos porque descubren qué pueden hacer y hasta dónde pueden llegar.
Es instrumento esencial de expresión emocional dado que el peque, durante el juego, asume su protagonismo y manifiesta sus emociones libremente. Cuando un niño juega, aprende a gestionar esas emociones (alegría, rabia o frustración).
Favorece la socialización y comportamiento social al existir unas normas que debe aprender a respetar.
Estimula el desarrollo físico, cognitivo y socio emocional.
Creando situaciones imaginarias, los niños resuelven conflictos que se pueden dar en la vida real, desarrollando aspectos de su personalidad.